Capítulo 29

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—CAPÍTULO VEINTINUEVE: Detrás de la torre—

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—CAPÍTULO VEINTINUEVE: Detrás de la torre

KARA

                      El amanecer surgía floreciendo la luz sobre las copas de las hojas y destellando el semblante serio y pensativo de Marxel. Corrimos hacia la profundidad del bosque dejando todo el desastre a nuestras espaldas. Respiré con normalidad cuando alcanzamos el interior bajo la copa de los arboles. Ya no había ruido, ni personas, tan solo el sonido del serpenteo de las hojas y del silbido de los pajaritos.

No respondió cuando lo llamé, tan solo asintió con la cabeza sin ni siquiera mirarme.

—¿Crees que está...?

—¿Muerta? —atrapó la pregunta en un ronco murmullo, apenas audible mientras pisaba las ramas extensas que se entrelazaban sobre ellas—. Sí.

—Pero no entiendo como podría delatarnos y luego...

—No lo sé.

Cogí su mano desde atrás. No entiendo que fue lo que hizo llevarme a hacerlo, pero sus dedos alcanzaron los míos, detuvo el paso y su rostro en se fijó en nuestras manos unidas.

Escuché lo que Marxel dijo en aquel salón esa madrugada, cuando Seraphine le preguntó sobre sus sentimientos y respondió burlándose. Tampoco era como si de repente ambos estuviéramos viviendo el cuento de hadas, lo que había surgido entre los dos era pura atracción y nada más.

Nada más.

Sabía que al volver a mirarlo a los ojos, no había necesidad de si quiera decirlo, porque a partir de ahora, todo lo que había surgido entre los dos en aquella casa jamás había sucedido. El fuego y el hielo jamás podían tocarse. Una satisfacción errante a la que se desaparecería entre los dos, un secreto jamás contado dentro de cuatro paredes.

La única persona que lo sabía ahora estaba muerta....

—Tenemos que irnos —dijo Marxel después de apartar su mano de la mía y caminar en dirección al interior del bosque.

Durante todo el camino no hablamos, tan solo podía escuchar el repique de nuestras botas sobre las hojas doradas. El sendero nos condujo a una residencia atestada de casas fastuosas y ordenadas.

Conocía el lugar a la perfección. Cada acera, cada camino que conllevaba a magnificas casas pintadas de blanco con sus porches de madera y pequeños jardines. En el invierno, cada familia iluminaba su hogar con luces destellantes y el cielo se adornaba de fuegos artificiales. En la primavera, pequeños mercados se anteponían atiborrados de distintos tipos de flores. Cada estación era un momento de celebración para acercar a los residentes que rodeaban la Alta Torre.

Mi casa se encontraba tras un columna de pinos.

Después de tantos años era la primera vez que regresaba. Ese día, la casa había quedado consumida por las llamas. Todas nuestras pertenencias se esfumaron y los cuerpos quedaron hecho cenizas. Debieron de reconstruirla, puesto que las paredes seguían blancas, como si nada hubiera sucedido en aquel lugar.

Aparté la mirada, conteniendo las lágrimas. Recordé entonces mi vida de antes.

Cuando tenía quince años soñaba con enamorarme de un tipo guapo y adinerado, pues era el futuro que muchas de mis amigas de la élite me influían a anhelar. ¿Quién diría que el destino me depararía a este preciso momento? ¿Qué diría la chica de quince años del tipo de persona que me había convertido?

Continuamos por el sendero del bosque hasta llegar a su limite y la única forma de alcanzar su casa era atravesando la residencia de casas y las entrelazadas vías del pulido césped. Marxel hizo un gesto con sus manos para señalarme la ruta que debíamos tomar.

—Debemos evitar las patrullas —murmuró Marxel, me tendió la mano para animarme a correr con él.

La residencia jamás se encontrarían sin protección. Levanté la vista, más allá de la residencia se encontraba una plaza y justo delante se ubicaba La Alta Torre. El corazón me dio un vuelco. Era tan majestuoso y alto que casi rozaba la nubes del cielo. Las paredes delanteras no eran de concentro, sino de cristal que relucía en destellos. Se decía que sus ventanas eran tan resistentes para que nadie se atreviera a filtrarse dentro.

Un grupo de soldados prakvares marchaban en dirección a la salida de la Alta Torre. Oprimí los dedos de Marxel que rodeaban los míos y se volteó hacia a mí, señalando con su cabeza la zona trasera de unas de las viviendas.

Justo en aquel momento, escuché el pitido en mi oreja. Apreté los dientes e ignoré la llamada del Dante, pero siguió persistiendo.

Apoyé las espalda en la pared y arrastré el dedo por el contorno por de mi oreja. La voz de Dante se hizo presente.

—Sé que no quieres hablar conmigo, pero tienes que escucharme.

Suspiré.

—¿Qué quieres?

—Necesito ayudarte —dijo—. Estoy cerca de ti. Puedo verte.

Volteé a mi derecha, el bosque seguía serpenteando sus hojas, pero no había nadie.

—Nos has seguido.

—Siempre estoy detrás de ti, Kara —murmuró jadeante, como si estuviese corriendo. —Debo protegerte.

Marxel me observó cuando liberé aire.

—¿Hay una razón por la que debas protegerme?

Él tardó en responder.

—Sí, pero no puedo decírtelo todavía. Necesito que confíes en mí —soltó rápidamente—. Escúchame, están planeando algo más grande, Kara. He estado recopilando más información, no puedo asegurar las cifras, el que está al mando ha reunido a muchísima gente para que le sigan. El programa de lealtad es el tiquete de bienvenida.

—¿Hacia donde?

—Van a acabar con el poder de los Leví, pero tendrán de que hacer todo de nuevo. Incluso aún peor que la Restauración.

Marxel notó la expresión de mi rostro y repetí lo que había dicho Dante. Marxel apretó los dientes y asintió con la cabeza.

—Tenemos que irnos.

Ladrona de EspejosWhere stories live. Discover now