Capítulo 20

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—CAPÍTULO VIENTE: Cálido y peligroso—

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—CAPÍTULO VIENTE: Cálido y peligroso

KARA

Los soldados no tardarían en encontrarnos. Tarde o temprano tocarían a nuestra puerta porque sabían que estaba aquí.

La ansiedad se aferró a mi cuerpo, deslizando peligrosos escalofríos alrededor de mi nuca y tuve que rodearme la piel de los brazos con las manos. Probé enfocarme en el calor de la sopa que estaba preparando, mezclando el contenido con la espátula de madera mientras me aferraba al calor que difundía el vapor.

—Tienes miedo —pronunció una voz aterciopelada a mis espaldas. Sentía los ojos de Marxel en mi cuerpo, analizándome detenidamente.

—No tengo miedo —contesté. Me daba rabia que pudiera deducir algo que estaba intentando ocultar con todas mis fuerzas, que supiera que estaba aterrorizada de pies a cabeza no me daba mucho predominio teniéndole encerrado en mi estudio.

Su risa me hizo apretar la cuchara con fuerza.

—Entonces deberías tenerlo.

Me tragué las ganas de espetar alguna grosería. Dante se había ido a quién sabe donde, como siempre hacía, no estaba aquí para detenerme.

—¿Crees que podría tenerle miedo a algo? —chasqueé las lengua mientras preparaba un tazón para él y me daba la vuelta.

Dante me dijo que Marxel no había siquiera intentado escapar y que pareció muy dispuesto a que le volvieran a colocar las sogas. Eso era raro. Había tenido la oportunidad, puesto que me había ido del estudio durante el tiempo que se encontraba en el baño. ¿Qué diablos estaba pasando por su cabeza? ¿Qué estaba intentando?

Sus ojos claros se enfocaron ahora en los míos. Me contempló mientras me acercaba a él y no ayudaba en absoluto que su mirada me dejara como un manojo de nervios.

—¿Entonces sabes lo que les ocurre a quienes intentan ponerme una mano encima? —la pregunta salió de sus labios con tanta naturalidad y peligro. Tenía que hacerle creer que sus palabras podían alertar a cualquiera, pero no a mí. El hijo del Káiser solo era una migaja en comparación a mi verdadero enemigo, tenía que estar lista cuando el momento llegara.

—Déjame adivinar, ¿van a matarme? —me burlé—. No le tengo miedo a la muerte.

Me sorprendió cuando sonrió.

—Apuesto a que no —dijo. Me acerqué al sofá, sentándome a un lado de sus piernas y él acercó su cabeza hacia a mí. Tenía tan cerca su rostro del mío que podía ver los indicios de cansancio debajo de sus ojos y la palidez de sus mejillas. Sus ojos claros decidieron escanearme otra vez y tuve que tragar saliva cuando pronunció muy cerca de mí—. A veces la muerte es la consecuencia más piadosa, Ladrona.

No apartó la mirada de mí mientras una imagen terrible se producía en mi cabeza. Esas palabras eran un claro recordatorio que tenía bastantes enemigos detrás de mí con indiscutible intención de hacerme daño. Pero esos ojos claros complacidos de agua cristalina se fundieron con los míos, proponiendo una promesa:

Ladrona de EspejosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora