Capitulo 14. "Pelotas voladoras"

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—Courtney—

Un poco incómoda, voy a mi casillero para dejar libros y guardar en la mochila la ropa de educación física. Camino a los vestidores de chicas en el gimnasio.

Durante el trayecto, las personas ya no me miran y me relajo un poco. A pesar de que ya pasaron casi dos días desde el trágico suceso con Peter, todavía no supero que él hubiera sido capaz de lo que hizo. Peor aún: no puedo creer que yo hubiera pensado que tal vez era diferente.

El vestidor de chicas huele a desodorante y loción. En un vestidor dejo la mochila a un lado; el celular vibra en la bolsa de mi sudadera gris. Es un mensaje de Cristina:

Quizá no llegue a clase, estoy en la dirección con mis padres. No preguntes por qué, pero fue por una buena causa que contribuye a que idiotas que se hacen llamar personas, como Peter, no tengan hijos en algún futuro.

Ten cuidado, cualquier cosa intenta correr o grita lo más fuerte que puedas.

No contesto porque quizá esté hablando con el director y quizá... ¿¡qué le dirá al director!? No puede decirle la verdad porque implica decirle que intentó hacerme algo malo, entonces su madre se daría cuenta de las mentiras y... pero si le cuenta una historia falsa, se dará cuenta de que está mintiendo porque comenzará a dar tantos detalles, que después no van a cuadrar. Le contesto el mensaje.

¡No le digas nada acerca del sábado! Inventa una historia sencilla

A los segundos, me contesta.

Eso hice, tonta. Si les digo la verdad, mi mamá no me dejará ir a fiestas y le dirá a tu mamá

Suspiro aliviada y meto el celular en la mochila. Menos mal que piensa en todo. Saco la ropa, el short negro con dos líneas blancas y la playera blanca. Me cambio con rapidez, ya que no escucho ningún sonido. Una vez lista, guardo todas las cosas. Tomo la llave, cierro la puerta del casillero y me guardo la llave en el short. De camino al gimnasio me hago una coleta alta a toda prisa y me paso las manos por el cabello para rectificar que el cabello esté bien peinado. Cuando llego al gimnasio, veo a la mayoría de personas sentadas en las gradas, por lo que puedo apostar que la maestra no ha llegado. Sólo han pasado unos segundos y comienzo a aburrirme. Miro a todas partes buscando a Cristina, pero sé que no va a llegar a tiempo. Varios minutos después llega la maestra.

—¡Hoy tenemos clase afuera! —grita mientras abre las puertas—. ¡Todos diez vueltas alrededor del campo de futbol!

Es una broma, ¿cierto?, ¿por qué me sucede esto a mí?, ¿es mala suerte o el karma? De mala gana camino a la salida. El día está soleado y los de futbol americano están entrenando. No sé quién es Peter porque traen los cascos puestos; con el uniforme del equipo todos parecen la misma persona.

Todos comienzan a trotar sin problema alguno e intento convencerme de que todo está bien. Me animo y bajo mis pies la pequeña grava roja suena a cada paso que doy. Mantengo la vista al frente e intento no girar la cabeza hacia la derecha. Miro a mis espaldas y hay tres personas unos tres metros alejadas de mí, lo que significa que no soy la última en la fila.

Después de tres vueltas, la mayoría ya se cansó e intento seguir trotando. Sin embargo, ya voy casi a rastras, siento sudor en la frente y la boca seca. Los del equipo de americano siguen entrenando y yo me pregunto si Peter se fue a su casa, está en  la dirección con Cristina o está entrenando y ya me vio. No sé cómo ni en qué instante, un balón me golpea el hombro y caigo de lado, raspándome toda la pierna y brazo izquierdos, siento la grava en la barbilla y un poco de ardor. Me incorporo como puedo, aunque me sienta un poco en shock; me reviso el brazo y la rodilla. Tengo sangre en la rodilla e intento limpiarla, pero me arde. La maestra viene corriendo a donde estoy. Parece molesta o tal vez enojada. Me toma del antebrazo e intenta levantarme. Un poco avergonzada y adolorida, me pongo de pie y no me opongo cuando me toma de la cara y comienza a revisar mi barbilla.

Enamorada de la apuesta. (Wattys2015) ¡En librerías!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora