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El vestíbulo se sumió en el caos cuando un grupo de esclavos —o eso es lo que nos habían hecho creer a todos— trató de alcanzar al Emperador: retiraron las capas para desvelar las armas que ocultaban debajo y se abalanzaron hacia el tirano entre g...

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El vestíbulo se sumió en el caos cuando un grupo de esclavos —o eso es lo que nos habían hecho creer a todos— trató de alcanzar al Emperador: retiraron las capas para desvelar las armas que ocultaban debajo y se abalanzaron hacia el tirano entre gritos, haciendo que la multitud entrara en pánico.

Perdí de vista a Roma y a Darshan cuando los invitados fueron conscientes del peligro que desentrañaban los falsos esclavos, provocando una estampida para salvar la vida. Me vi atrapada entre miles de cuerpos que pugnaban por huir del vestíbulo, alejándose de los intrusos; casi creí escuchar la poderosa voz del Emperador superponiéndose al caos que se había desatado, lanzando órdenes a los pocos efectivos con los que contaba aquella noche.

Traté de abrirme paso entre los desesperados hombres y mujeres que intentaban alcanzar alguna de las salidas que poseía la mansión en aquella planta. Mis sentidos se habían puesto en alerta, recordándome todo lo que la Resistencia me enseñó... La misma que ahora estaba allí, tratando de llegar al Emperador. Mi mente volvió a Darshan, a su presencia en aquel lugar, al modo en que se había lanzado para proteger a Roma del veneno que creyó que había en su copa; el rebelde estaba en algún punto de aquella aglomeración de personas luchando por escapar para ponerse a salvo y yo no tenía tiempo suficiente para intentar encontrarlo con el único propósito de obtener respuestas a lo que estaba sucediendo.

Jadeé cuando la capa se convirtió en un obstáculo, amenazando con asfixiarme. Mis dedos se dirigieron con precisión hacia el cierre del cuello y lo soltaron mientras me abría paso entre el gentío, haciendo que aquel maldito trozo de tela se lo tragara la multitud y yo pudiera moverme con mayor facilidad. También me arranqué la máscara del rostro, lanzándola a un lado y tomando una gran bocanada de aire.

Mis sienes palpitaron con furia ante el torbellino de pensamientos que se abalanzaban en mi cabeza sobre lo que se había desatado apenas unos momentos antes. La Resistencia, por medio de Darshan, supuse, había logrado colar a algunos de sus miembros en la celebración usando los ridículos atuendos que Ptolomeo había hecho llevar a los esclavos; su intención, más que clara, era aprovechar la oportunidad que les brindaba la ocasión para tratar de alcanzar al Emperador y poder acabar con su vida, poniendo fin a su tiranía. Porque solamente su objetivo aquella noche era el Emperador, ¿no era cierto?

Porque la Resistencia no sería capaz de asesinar a toda la familia real, ¿verdad?

Alguien me aferró de la muñeca, tirando de mí con brusquedad y arrastrándome hacia el angosto corredor de piedra que había empleado para refugiarme. Mi cuerpo se tensó ante el contacto y pronto me vi retrasando el brazo que tenía libre para golpear a mi captor; sin embargo, alzar los ojos, descubrir su identidad, hizo que mi puño cerrado permaneciera contra mi muslo y le contemplara con una expresión que oscilaba entre la rabia, la sorpresa y el desconcierto.

El rostro de Perseo estaba pálido y cubierto por una ligera pátina de sudor. Sus ojos azules resplandecían con intensidad y el poder que emanaba de su cuerpo me produjo un escalofrío al sentirlo tan cerca de mí, tan mortífero; a su lado, una asustada y empequeñecida Aella se aferraba al brazo de su primo, con el pelo revuelto y su precioso vestido completamente echado a perder. Fui consciente del temblor que sacudía su menudo cuerpo y el horror que se adivinaba en su mirada, de idéntico color a la de su primo.

EL TRAIDOR | EL IMPERIO ❈ 1 |Where stories live. Discover now