❈ 08

6.1K 913 54
                                    

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Di media vuelta y me marché de allí a toda prisa, cubriendo en el camino mi cabello para pasar desapercibida; no bajé la guardia en ningún momento, temiendo que el amigo recién llegado pudiera lanzarse en mi persecución para denunciarme frente a los guardias del Emperador. Había escuchado lo que sucedía con las personas que cometían algún tipo de agravio con las familias afortunadas, con las familias poderosas que vivían al otro lado de la ciudad.

Era el oro de sus arcas las que les proporcionaba justicia, demostrándonos que nos encontrábamos en la base de la pirámide que sostenía a la sociedad.

Aceleré el paso para alejarme de donde había dejado a esos dos perilustres cuando me vi sorprendida por segunda vez. Se me escapó un gruñido de frustración al interceptarme, sacándome de la calle principal para arrastrarme hacia uno de los callejones; en aquella ocasión, por el contrario, estaba preparada para defenderme.

Alcé el puño con intenciones de estamparlo en el rostro de la persona que estaba reteniéndome. Quizá, después de todo, el amigo del perilustre al que había golpeado había decidido vengarse; sonreí ante la situación, pues estaba segura de que no me costaría mucho reducirle.

Los perilustres no solían tener idea de pelear cuerpo a cuerpo.

Yo sí.

Me giré por la cintura para lanzar a ciegas un puñetazo, intentando acertar lo más cerca de la cara, pero mis nudillos chocaron contra la palma de su mano, frenándome en seco; todo mi cuerpo se quedó paralizado cuando escuché el quejido de molestia que dejó escapar mi captor.

Reconocía esa voz.

Mis ojos se abrieron como platos al alzar la mirada hasta toparme con la dura mirada que me estaba dirigiendo.

—Mierda.

Cassian me dedicó una mueca, pero decidió soltarme, consciente de que no iba a atacarle de nuevo.

—Por la gloria de Gaiana —blasfemó mi amigo, dando un paso atrás—. ¡Jedham, te pedí que no salieras!

Bufé de indignación. Llevaba casi tres días encerrada en aquella vivienda abandonada y cuyas ventanas habían sido tapiadas, evitando que pudiera entrar cualquier tipo de luz natural desde el exterior; estar en un sitio así me agobiaba, me hacía sentir claustrofobia... como si estuviera en una especie de prisión.

Cassian había justificado su decisión con el riesgo de lo que había sucedido en la fiesta privada del Emperador, pero yo había podido comprobar por mis propios medios que no se había colado ningún tipo de información a la ciudad; lo último que había corrido como la pólvora había sido el asesinato de una familia al completo, incluyendo a los niños.

Pensé inconscientemente en Perseo, en su ausencia de moralidad al asesinar a sangre fría los objetivos que le marcaba su señor.

«Los perros del Emperador», así era como se les conocía, entre otros calificativos mucho menos amables.

EL TRAIDOR | EL IMPERIO ❈ 1 |Where stories live. Discover now