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            Una  hilera de camionetas negras blindadas se comenzaban a abrir paso por las calles de Roma, llamando la atención de algunos locales debido a la velocidad con la que se desplazaban. Las personas dentro de los vehículos ni siquiera lograban alcanzar a enfocar algo del ambiente, solo veían colores borrosos moviéndose con rapidez.

Los miembros del equipo contactaron a sus superiores apenas lograron analizar el gráfico en aquella mazmorra del Coliseo. El gobierno estadounidense decidió que por protección se tomaría la evidencia necesaria para trabajar y luego se sellaría el camino, lo que habían descubierto ahí no solo podría dejar en evidencia a la potencia mundial, sino también a Italia.

Que encontrarán una imagen del papá Pio XII junto con el logo representativo de la Alemania nazi no es muy buena publicidad para la península itálica.
Sería una gran controversia que uno de los secretos más guardados saliera a la luz por culpa de un turista curioso.

Tenían que eliminar cualquier factor que acabara en consecuencia.

En cada camioneta se encontraban dos y tres miembros del equipo, estos siendo encabezados por el automóvil conducido por la agente Benson. La encargada de que los jóvenes prodigios pudieran llegar a la nueva base que se desarrolló en una de las calles cercanas a la Ciudad del Vaticano.

El nuevo comando estaba camuflado en una avenida llena de comercios de comida, siendo este el edificio con aspecto más antiguo y abandonado.
Con ladrillos rojos agrietados y las ventanas del lugar selladas con madera, en la puerta del edificio se encontraba un cartel de madera con la frase “En construcción”.

Se podía apreciar como los italianos arrugaban el rostro al pasar por aquel edificio, como si arruinara por completo la pintoresca calle.

—Buena elección. —halaga Nyx, siendo la pelinegra en salir de las camionetas.

El soldado que custodiaba la camioneta rodó los ojos en molestia al ver como la de ojos rasgados ignoró su orden de no bajar hasta que se le indicará.

—Está a un puertazo de autodestruirse.

Apolo ve a su compañera con confusión.

—Si tu lo dices…

La pelinegra le dio una sonrisa maliciosa, subiendo solo una de las comisuras de sus labios y sus ojos afilados brillando con viveza.
Nyx no espero a que la morena dijera algo, solo la miró una última vez antes de seguir de largo hacia las escaleras, apoyándose en uno de los barrotes de esta para esperar a su superior.

—¿A caso ella…

La de rulos vio a Hécate, quien está a su lado, preguntando si él vio lo mismo que ella. El azabache asintió igual de sorprendido, con un puchero en los labios en señal de confusión.

Ambos decidieron que eso quedaría en el olvido y que no lo volverían a mencionar.

Claro que no contaron que mientras Afrodita bajaba de su camioneta fijará la mirada en la chica morena que lograba mantenerla al margen, la rubia no pudo evitar formar una película en su cabeza. Después de todo, sus pensamientos eran su peor enemigo.

La de ojos verdes se quedó viendo a Apolo, buscando algo que le dijera que pasó ahí. Algo que le dijera que todo está bien entre ellas.

No lo encontró.

—Ustedes van al último piso mientras yo despliego la seguridad en el perímetro. —Benson llama la atención del equipo, subiendo con rapidez los escalones— No vean a nadie.

La rubia miró a ambos lados de la calle antes de abrir un compartimiento secreto escondido entre los ladrillos del edificio. Ahí se encontraba un panel de números y una pequeña pantalla digital, la agente elite introdujo una serie de seis dígitos y luego acercó su rostro al panel.

Los Hijos De América. ©Where stories live. Discover now