EPILOGO II.

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(***)

Volver a California era algo que no me esperaba en mucho tiempo, pero lo que tengo que decir es necesario que lo haga en persona. Mis mejores amigos se merecen recibir esto de mi mano, además, hace casi seis años que no los veo, no porque no quisiera hacerlo, sino porque antes de volver a un lugar donde mi vida cambió por completo necesitaba sanar y definitivamente siento que lo he hecho.

Un vuelo de cinco horas y media, más un viaje en taxi me habían llenado el cuerpo de adrenalina; sentía demasiada emoción, pero a la vez me asustaba cómo reaccionarían a la noticia de que pronto volveré a casarme, de que después de diez años he tomado la decisión de rehacer mi vida, sentía que en parte estaba traicionando a mi lucecita, pero también sentía que la traicionaba al negarme a avanzar sin ella.

Hace dos semanas estuve en Nueva York, mantuve una larga charla con los padres de Aurora, sé que no sonará bien, pero me hacía sentir mejor saber que no solo yo la extrañaba todo el tiempo; les conté a ambos que me casaría con una mujer maravillosa dentro de dos semanas, me sentí tan seguro al ver la felicidad que ambos sentían por mí.

—sé que ella hubiese querido verte feliz al final de todo— comentó George, su padre— mi niña podía ser cualquier cosa menos egoísta.

Estoy más que de acuerdo con él, Aurora podría ser una cabeza dura, con unos modales de perro infernal, podría haber hecho a hades cambiar de opinión, todo eso antes de ser egoísta, en cierto modo, ella era perfecta a su manera.

Cuando el taxi estacionó frente a la dirección de Ezra, la cual conseguí por medio de sus padres, tuve que tragarme el nudo que tenía en la garganta. La puerta principal estaba abierta por lo que podía admirar como una niña rubia andaba corriendo por el salón bajo seguida de una otra con un pelo castaño muy largo para su edad.

Valentina y Karina, pensé de inmediato. Hijas de Maya y Cristina, respectivamente; ambas niñas idénticas a sus madres.

Salí del taxi y caminé con la poca seguridad que quedaba en mi hacia la puerta, Cristina que era la que se encontraba más próxima a la sala de estar fue la primera en verme de pie en el umbral de la casa; sus ojos se pusieron vidriosos como si fuese a llorar, pero en vez de eso se acercó a mí y me envolvió en un abrazo.

—ojitos de cielo— susurró mientras tenia los brazos alrededor de mi cuello, después de casi doce años aún me conserva el apodo— creí que no te vería en muchos años, o quizás nunca.

—sabes que jamás dejaría detrás a mis amigos— respondí cuando ella al fin me soltó— los he extrañado.

—adelante— dijo emocionada— sé que a Ezra le encantará verte.

Y efectivamente así fue, mi mejor amigo lucia como todo un padre responsable mientras sostenía a las dos niñas en sus brazos.

—creo que llegué en el momento justo— exclamé llamando la atención de Maya, quien de la emoción soltó un plato de golpe en el lavabo— ¿me extrañaron?

La llega fue inesperada para todos, nos abrazamos como no lo habíamos hecho en años y me alegró darme cuenta de que tanto Valentina como Karina todavía me recordaban. Charlamos de como la vida nos ha tratado estos años y me enteré de que Cristina se estaba divorciando de su esposo Peter con el cual tuvo dos hijas, Karina y Kelly. Ezra se había vuelto el gerente en jefe de la empresa en la que estaba trabajando, Maya había empezado su propio laboratorio clínico, mientras que yo me la pasé por el mundo haciendo negociaciones indirectas para la OMC con la ONU, ha sido entretenido, puesto que hace dos años conocí a mi prometida en África mientras organizábamos un negocio allá.

AURORA© || ✔||Where stories live. Discover now